Histeria

La histeria es uno de esos términos psicológicos que se ha popularizado en el chascarrillo común. Las “histéricas” y los “ataques histéricos” forman parte de nuestra vida cotidiana y no son pocas las etiquetadas como tales por no hacer una “gestión más eficaz” de su expresividad emocional o por montar algún numerito de vez en cuando pero.. ¿lo son realmente? ¿qué sabemos y qué queda de la histeria?

Ya en el antiguo Egipto encontramos los primeros rastros de la histeria actual, en los que se describían mujeres que manifestaban comportamientos extraños, estados emocionales alterados y unas manifestaciones físicas muy floridas (parálisis, anestesias, convulsiones, muecas y contorsiones…). Por aquel entonces este cuadro se asociaba ni más ni menos que a un desprendimiento del útero y a los destrozos que iba provocando en su libre movimiento por el abdomen, casi nada. Serían los griegos los que, años después y aceptando la teoría del útero desbocado, acuñarían el término hystera (que significa útero),que ha permanecido hasta nuestros días. A lo largo de los siglos el camino de la histeria (y las histéricas) no ha sido fácil, siendo acusadas de insatisfechas, epilépticas, mentirosas o incluso poseídas (hasta se hizo un manual detallado para su correcto exorcismo, el Malleus Maleficarum, de lectura recomendada para mentes curiosas). El avance de la medicina, con el que nos adentramos en el siglo XVIII, tampoco les hizo mucho bien. El foco se puso entonces en localizar una lesión fisiológica que pudiese explicar esa sintomatología tan acusada, al fracasar, la histeria fue quedando en tierra de nadie e incluso rechazada por la comunidad médica, ni se las comprendía ni se las quería tratar. No sería hasta Freud que en su trabajo con Breuer, hipotetizara que toda esta manifestación corporal quizás no era tanto consecuencia de alteraciones fisiológicas como de una amalgama de contenidos reprimidos, traumas tempranos y material representacional alterado, momento en el que empieza la “historia de la histeria” tal y como la interpretamos nosotros (si os ha picado el gusanillo podéis consultar los Estudios sobre Histeria de Freud, piedra angular de todo lo que vino a continuación) .

Y ahora que nos hemos puesto en antecedentes vamos al turrón y exploremos qué ha quedado de la histeria en nuestros días. Antes de empezar considero clave mencionar la obsesión, la otra psiconeurosis de defensa de Freud (ya hablaremos otro día de qué hacemos con las fobias), porque aunque sean diferentes ambas resultan más fáciles de comprender una junto a la otra (si no has leído el post sobre la personalidad obsesiva te recomiendo que le eches un ojo antes de seguir haciendo clic aquí).

Así que arrancamos sin miedo con la que suele ser la pregunta del millón: ¿existe la histeria masculina? Absolutamente si, si bien es cierto que tanto menos frecuente es la histeria en el hombre como la obsesión en la mujer. Por eso y a partir de ahora me ahorraré las “@” y hablaré de histeria en femenino y obsesión en masculino, más cómodo para todos y menos ofensivo con la Real Academia.

¿Y qué caracteriza a la histeria? Las manifestaciones histéricas han evolucionado junto con la sociedad (curioso efecto para consideración de los biologicistas), y si bien todavía se puede ver alguna crisis convulsiva, parálisis o alteración sensorial, son menos frecuentes que hace un siglo.

¿Sabías qué el ideal femenino imperante en la época tiene un papel fundamental en la histeria, en particular lo que se supone debe ser una mujer (u hombre)?

Así a simple vista la persona con una estructura histérica está generalmente bien adaptada (recordemos que esto es cuestión de grado), pueden ser amables, extrovertidas, un puntito seductoras tirando a la zalamería, todo sazonado con cierto dramatismo teatral en sus formas, aunque como no puede ser de otra forma subyace una realidad mucho más compleja…

Un aspecto clave en la histeria es su relación con el deseo y la falta, y para explicarlo establecemos nuestro primer paralelismo con el obsesivo, que recordemos mantiene una relación de negación con el deseo. El obsesivo no reconoce la falta y por lo tanto su falla interior, no acepta el deseo, y todo lo que atente contra su inmaculada perfección (que tanto quebradero de cabeza le acarrea) será tachado de tontería, pamplina y desechado al primer compás. En la histeria nos encontramos justo en el polo opuesto, la falta es su timón y no entiende la vida sin ella, lo único que ella desea es desear… precaución mediante de no llegar nunca a satisfacerla porque teme las consecuencias de lo que podría ocurrir si así fuera… y ojo a las implicaciones que esto acarrea que no son moco de pavo.

Hablemos por ejemplo de las relaciones de pareja, ¿cómo se desenvuelve una persona que “necesita” sentirse en falta, incompleta, desconocedora…? pues buscando y sosteniendo al que sabe, al que nada le falta, al que si está completo, haciendo lo que sea preciso para que esta completud de su pareja no se vea afectada. Negará sus fallas cara a los demás y a sí misma, en ocasiones con nefastas y hasta dramáticas consecuencias, siempre disculpadas con un “ él no es así”, “no era él mismo” y un largo etcétera de excusas. Como la histérica no sabe nada de su deseo, sólo que necesita desear, preferirá convertirse en objeto de deseo del otro, provocándolo para después frustrarlo, colocándolo forzosamente en su mismo drama faltante, ahí es nada la gracia. Dicho esto empieza a vislumbrarse la magnífica (y tan frecuente en nuestras tierras) colusión de la pareja obsesivo-histérica: el que todo lo sabe con la que no sabe nada, o al que nada le falta idolatrado por la eterna faltante. Pero mucha atención, que la media naranja se nos hace zumo cuando la infalibilidad obsesiva se desmorona (como no puede ser de otra manera) y a base de rascar la histérica descubre que su adalid de virtudes no lo es tanto… “pues no resulta que él también está en falta igual que yo”, que diría alguna.. así que reprocha, cuestiona, ridiculiza, descarta y continúa buscando a su paladín, en un eterno y agotador camino que la mantenga en su bien amada y odiada insatisfacción.

¿Y en el ámbito laboral? Un aspecto clave de la histeria en la empresa es su relación con la jerarquía. Según lo visto hasta ahora sería fácil pensar en una relación de admiración/dependencia con el superior, siempre bajo la amenaza de ese rasca que te rasca histérico en la fachada del que está por encima a ver si encuentra el fallo que no quiere ver pero que necesita encontrar, es el terror del narcisismo directivo y mando intermedio. No importa cuánto más gane o cuántas veces cambie de posición, no puede permitirse sentir que ha encontrado lo que le faltaba, y son frecuentes cambios y cambios de trabajo (o de ciudad) por no sentirse valorada por la empresa, su jefe, sus compañeros o el espíritu santo.  Mencionemos también, aunque sin meternos mucho que esto ya se nos va largo en extensión, que la histérica puede adoptar otra postura subjetiva ante la falta, la de su redentora. Así y en lugar de encontrar su sitio a través del otro podrá intentarlo por ella misma, reivindicándose como emprendedora, profesional autónoma o artista, pudiendo llegar a alcanzar grandes logros que nunca llegarán a colmar el vacío que la acompaña.

Y no quiero terminar sin antes hacer mención a un aspecto muy importante y de calado en la estructura histérica y es su componente somático, tan llamativo en sus albores con sus parálisis, anestesias, convulsiones y retorcimientos, y tan malinterpretado hoy: dolores generalizados, contracturas, cefaleas, alteraciones digestivas entre otras muchas, por lo general aliviado a base de fármacos, en el peor de los casos de forma vitalicia. No podemos olvidar que la histeria y sus manifestaciones patológicas son una alteración psicológica en origen, no física, y que la psicoterapia es el único camino hacia su resolución.

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Gregorio Serrano
Psicólogo Especialista en Psicoterapia Psicoanalítica
Psicólogo en Sevilla

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