El delirante puede creer que el gobierno le persigue, que sus personas queridas están siendo reemplazadas por clones o que es el hijo perdido del emperador de Japón. Hoy nos adentramos en el fascinante mundo de la psicosis.

Los delirios son considerados una alteración del contenido del pensamiento, son creencias que las personas desarrollan y sostienen con firmeza a pesar de que existan pruebas evidentes de su falsedad o de que no sean compartidas por su entorno. A diferencia de otras ideas “intrusas” como las obsesiones, el delirante no lucha contra ellas, sino que las defiende convencido de su veracidad.

No es la duda lo que vuelve locos a los hombres, sino la certeza

Friedrich Nietzsche

La temática delirante es muy variada y las construcciones que el sujeto realiza a su alrededor pueden ser increíblemente ricas y complejas. Os dejo a continuación algunos de los ejemplos más llamativos:

  • Delirio de control: sensación subjetiva de que su conducta es controlada por una entidad externa.
  • Delirio de grandeza: tener poderes especiales, ser alguien importante o incluso un ser divino.
  • Delirio de referencia:  ven referencias a su persona en hechos triviales, por ejemplo, pueden interpretar un titular del periódico como un mensaje dirigido a ellos de forma encubierta.
  • Delirio de persecución: espías, acosadores, miradas extrañas por la calle…
  • Difusión del pensamiento: creencia de que los que le rodean pueden oír sus pensamientos, que son difundidos como si de un altavoz se tratase.  
  • Delirio de Clerambault: piensan que alguien, frecuentemente un personaje público o relevante, les ama en secreto.  

Aunque todo esto pueda parecer muy extremo, existen manifestaciones delirantes o paranoicas leves relativamente frecuentes y fácilmente identificables a nuestro alrededor (que suelen incluirse dentro de los polémicos «trastornos de la personalidad») como pueden ser: desconfianza excesiva, tendencia a interpretar las acciones de los demás como agresivas o humillantes, sensación de que intentan aprovecharse de ellos constantemente, o todo a la vez. Es también habitual una elevada sensibilidad en lo que concierte la autoestima, intentando mantenerla o sobreponerse a estos supuestos ataques mostrando una actitud irónica o beligerante, lo que suele convertirlos en tipos raros o poco sociables.

Desde la psicología clásica se han seguido dos grandes líneas de investigación casi contrapuestas para intentar explicar el delirio:

Una primera postura perceptualista, que considera que la persona experimenta fenómenos perceptivos extraños (por ejemplo, las alucinaciones de las que hablábamos aquí) y que el delirio no es más que un intento de darles una explicación.

Y una segunda que considera que realmente existen errores en el razonamiento, con lo que el sujeto no necesita experimentar ninguna experiencia anómala para delirar.

Desde el psicoanálisis el delirio y otras producciones psicóticas no son sino un intento del sujeto de dar sentido a su experiencia, de significar una realidad que les desborda porque carecen de la capacidad de simbolizarla, de filtrarla, de comprenderla. Esto nos lleva a la importancia del papel que cumple el fenómeno psicótico como intento (parcial, insuficiente) del sujeto de equilibrarse, de no caer en el abismo de una realidad sin significado. Dicha importancia se hace evidente cuando observamos las consecuencias que para el psicótico tiene perder su capacidad alucinatoria o delirante sin haber realizado previamente una labor terapéutica: incremento de intentos suicidas, conductas alteradas o perjudiciales, depresión.. Es por ello que hay que cuidar muy mucho el empeño habitual de eliminar el síntoma antes de comprender la estructura y la función que está cumpliendo en la misma, porque si, los síntomas también cumplen una función.

Durante muchos años la psicosis (en particular sus manifestaciones más severas) fue excluida del ámbito psicoterapéutico y abordada exclusivamente desde la contención y la farmacología. Afortunadamente en la actualidad la conceptualización de la enfermedad ha cambiado y la tendencia se torna a la normalización de la vida de estas personas, utilizando el fármaco como un complemento de una labor mucho más compleja e integradora. En el psicoanálisis Lacan fue una figura clave en el estudio y abordaje de la psicosis, estudiándola, aceptándola como objetivo de la terapia psicoanalítica y dando pie a otras investigaciones que se desarrollaron a partir de su labor.

“Imagina que crees ciegamente en algo, en algo que es muy importante para ti, que te aterra o te consume, que ocupa tus pensamientos cada segundo de cada día. Ahora imagina que estás solo, que nadie parece creerte, que incluso te dejan de lado por ello.”

Delirante

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Gregorio Serrano
Psicólogo Especialista en Psicoterapia Psicoanalítica
Consulta de psicología en Sevilla

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