La conocida “crisis de los 40” hace referencia a un periodo de confusión o cambio que muchas personas experimentan en algún momento de su vida pero, ¿qué es exactamente? ¿por qué ocurre? ¿puede realmente adelantarse?

La crisis de la mediana edad no es un fenómeno universal, puesto que no le ocurre a todo el mundo, ni rígido con respecto a la edad a la que se presenta. Sin embargo, si es más o menos generalizado el inicio de un periodo de angustia, malestar o desconcierto que puede implicar cambios llamativos en la actitud o la conducta hasta el punto de generar sorpresa en su entorno.

¿Por qué ocurre?

La causa del fenómeno no está definida y diversos autores la explican desde puntos de vista muy diferentes. Para nosotros un elemento central en la crisis de los 40 es la reconceptualización de la muerte y de su significado personal. Durante las primeras etapas de la vida la muerte no es considerada como una amenaza inminente y tiende a experimentarse como “el problema de otro”, o como algo tan distante que no merece mayor atención. Atravesado el ecuador de nuestro tiempo la realidad del fin se torna personal y amenazante, la frugalidad de la vida empuja a la persona a replantearse cuestiones olvidadas durante años o incluso a cambiar aspectos de su conducta impensables anteriormente.  En otras ocasiones, la crisis puede responder a la presencia de ideales o metas vitales poco realistas y difícilmente alcanzables anteriormente causa de frustración, que llegado este momento se torna en síntomas depresivos o ansiosos.

¿Qué determina la gravedad o la profundidad de esta crisis?

Un factor importante en este sentido es considerar cuán alineada ha estado tu trayectoria vital con tu verdadero deseo a lo largo de los años: ¿estás satisfecho con tu profesión? ¿con tu pareja? ¿tus amigos? ¿tu vida familiar? ¿Son realmente lo que querías para ti? ¿Cuánto han influido en tus decisiones el miedo, la opinión de los demás o lo que se esperaba de ti en cada momento? A mayor discrepancia encontremos, mayor será la crisis, la confusión y la búsqueda de nuestra verdad, de repente tener una vida significativa cobra una nueva relevancia. Esta discrepancia está muy relacionada también con el malestar generado, no es del agrado de nadie reconocer que ha llevado una vida errada durante años… Cuando hablamos de objetivos inalcanzados el mecanismo es similar, a mayor diferencia entre lo que esperábamos alcanzar o ser y la realidad, peor será la adaptación al paso de los años.

En otras ocasiones esta reflexión no llega a aparecer, apareciendo o acentuándose las defensas para aliviar la angustia: negación del proceso de envejecimiento (intervenciones estéticas, comportamientos regresivos, coches descapotables…), aislamiento de los afectos, evasión mediante conductas adictivas… Cuando no son suficientes aparecen los síntomas, y es por ello que es en esta década de la vida en la que se registran más visitas al psicólogo.

¿Por qué querría adelantarla?

La reflexión acerca de nosotros mismos, de que lo que somos o de lo que nos gustaría ser, de lo que queremos, de lo que nos hace disfrutar o de lo que nos realiza, no debería ser un acontecimiento reactivo propiciado por esta nueva percepción de proximidad de la muerte. La reflexión es un ejercicio saludable para nuestro equilibrio mental muchas veces infravalorado o sencillamente evitado ¿acaso no se nos vienen a la cabeza personas que se imponen a si mismas un nivel de actividad frenético para evitar cualquier posibilidad de introspección? Recordemos en este sentido que enfrentarse a uno mismo es un acto tan enriquecedor como valiente, puesto que no todos están dispuestos a reconocer sus fallas pasadas y presentes.

Adelantar este ejercicio reflexivo tiene dos claras ventajas: por una parte, el margen de maniobra de una persona que se pone manos a la obra a los 30 años es muy diferente del de la persona que lo hace a los 60. Por otra y como hemos mencionado en artículos previos, nuestra estructura mental se hace más rígida con la edad, dificultando el cambio y restringiendo nuestras posibilidades. El análisis personal ofrece una ventana a una nueva comprensión más profunda de uno mismo, la oportunidad de conocerse mejor para, quizás por fin, vivir una vida más auténtica y plena.

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Gregorio Serrano
Psicólogo Especialista en Psicoterapia Psicoanalítica
Psicólogo en Sevilla

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